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Foto del escritorTomás Morales y Durán

Curso de Jhānas (I). El Dhamma incondicionado.

La forma en la que el Buddha alcanzó la Iluminación, se despertó y vió por sí mismo la realidad tal como es en verdad, y no solo su apariencia, está recogida en el sutta “con el príncipe Bodhi” y es el número 85 de la colección de discursos medios, Majjhima Nikaya. El Buddha era un ser especial. Era muy inteligente, con ganas de explorar y con un objetivo concreto: descubrir la suprema paz, el Nibbana. Antes de su Iluminación, cuando aún era un Bodhisatta no plenamente iluminado, se le ocurrió este pensamiento: ‘El placer no se obtiene por medio del placer, el placer se obtiene por medio del dolor’. Aunque su madre y su padre, un rico terrateniente, desearon otra cosa y derramaron lágrimas, afeitó su cabeza y la barba, se puso el hábito amarillo de los mendigos y salió de su hogar para asumir un estilo de vida sin hogar. Son cuatro los factores que deben confluir para que el camino del Buddha solitario se revele: El primero, el deseo de aprender ya lo llevó desde el principio. Habiendo renunciado en busca de lo que es saludable, buscando el estado supremo de la de paz sublime, fue junto a Alara Kalama y le dijo: – ‘Amigo Kalama, quiero llevar la vida santa en este Dhamma-y-Disciplina’. Alara Kalama le contestó: – ‘El venerable señor se puede quedar aquí. Este Dhamma es tal que un hombre sabio puede entrar pronto y morar en él, alcanzando por sí mismo a través del conocimiento directo la doctrina de su maestro’. El bodhisatta comprobó que Alara Kalama no se movía solo por fe, sino que verdaderamente entraba en ese Dhamma. La base de la nada. Y así, pronto, aprendió a lograr aquel estado de conciencia. Pero se le ocurrió esto: ‘Este Dhamma no conduce al desencanto, al desapasionamiento, al cese, a la paz, al conocimiento directo, al Despertar, al Nibbana, sino solo a la reaparición en la base de la nada’. No estando satisfecho con ese Dhamma, decepcionado, se marchó. Igual sucedió con Uddaka Ramaputta. Uddaka le enseñó el estado de conciencia alterada denominado la base de la ni percepción ni no percepción. Pero tampoco se quedó satisfecho. El segundo factor del camino lo obtuvo aquí: no depender de nadie, de ningún maestro, de ninguna tradición, ni linaje ni escrituras. Tomar el refugio en sí mismo. Siguiendo con la búsqueda de lo que es saludable, buscando el estado supremo de la de paz sublime, recorrió por partes el país de Magadha, hasta que finalmente llegó a Uruvela, en Senanigama. Allí vi un terreno agradable, un bosque encantador con un río de aguas claras con agradables y suaves riberas, que estaba cerca de un pueblo donde obtener la comida de las limosnas. Entonces, consideró esto: ‘Esto será apropiado para que haga el esfuerzo’. Y se sentó allí pensando: ‘Esto será apropiado para hacer el esfuerzo’. Este es el tercer factor: hacer el esfuerzo en un lugar agradable lejos de casa, y donde la vida sea fácil. Así todo el esfuerzo se dirige al objetivo perseguido. Entonces, a falta de método, el método eran las puras ocurrencias. Y se le ocurrió de todo: Pensó: ‘¿Y si apretando los dientes y con la lengua tocando el paladar sometiera, subyugara y dominara la mente con la mente?’. Así, con los dientes apretados y la lengua tocando el paladar, sometió, subyugó y dominó la mente con la mente. Pero, a pesar de poner infatigable energía y establecer ininterrumpida atención, su cuerpo estaba excitado y desasosegado por el doloroso esfuerzo al que fue sometido. “Entonces, pensó: ‘¿Y si me concentrara en meditar sin respirar?’. Desasosiego. “Luego, pensó: ‘¿Y si me concentrara aún más en meditar sin respirar?’. Más desasosiego. “Luego, pensó: ‘¿Y si me concentrara aún más en meditar sin respirar?’.  Mucho más desasosiego. “Luego, pensó: ‘¿Y si me concentrara aún más en meditar sin respirar?’. Al hacer eso, fuertes zumbidos de vientos le desgarraban el vientre. Pero, a pesar de poner infatigable energía y establecer ininterrumpida atención, su cuerpo estaba excitado y desasosegado por el doloroso esfuerzo al que fue sometido. Entonces algunos decían: ‘El asceta Gotama ha muerto’. Otros decían: ‘El asceta Gotama no ha muerto, pero está moribundo’. Otros decían: ‘El asceta Gotama ni ha muerto ni está moribundo, el asceta Gotama es un santo y así es como viven los santos’. No satisfecho, continuó con sus ocurrencias: – ‘¿Y si dejara de comer del todo?’. Desistió diciendo: ‘Está bien’. Después pensó: ‘¿Y si comiera sólo un poco cada vez, una sola cucharada de sopa de judías o de lentejas o de garbanzos o de guisantes?’. Así lo hizo y mi cuerpo quedó extenuado y demacrado. Cuando tenía que hacer sus necesidades, se caía de bruces allí mismo. Si trataba de aliviarse dándome friegas, el pelo, podrido en sus raíces, se le caía a medida que iba dando friegas. “Algunos hombres al verle decían: ‘El asceta Gotama es negro’; otros decían: ‘El asceta Gotama no es negro sino moreno’; otros decían: ‘El asceta Gotama no es ni negro ni moreno, es amarillo’. “Hasta ese punto el puro y limpio color de su piel se deslució, y todo ello de comer tan poco. “Entonces pensó: ‘Nadie ha experimentado dolores penetrantes y punzantes provocados que superen a éstos. Sin embargo, no he llegado a través de ellos a ningún estado sobrehumano ni a ningún conocimiento y visión propios de los Nobles, ¿no habrá otro camino hacia la iluminación?’. “Entonces recordó: ‘Un día, cuando mi padre, del clan de los sakyas, estaba trabajando, yo me encontraba sentado tomando la fresca a la sombra de un árbol. Allí, apartado de los deseos de los sentidos, apartado de lo que es perjudicial, alcancé y permanecí en la primera jhana, en la que hay placer y felicidad nacidos del aislamiento y va acompañada de ideación y reflexión’. ¿No podría ser ése el camino hacia la iluminación?’. “Y, a la luz de aquel recuerdo, comprendió: ‘Éste es el camino hacia la iluminación’. Y aquí encontró el cuarto y último factor que necesitaba para lograr la Iluminación: las jhānas. “Entonces pensó: ‘¿Por qué temer a una felicidad que no tiene nada que ver con los placeres de los sentidos ni con lo que es perjudicial?’. “Y se dijo: ‘No temo a esa felicidad que no tiene nada que ver con los placeres de los sentidos ni con lo perjudicial’. Es decir, es felicidad generada por él mismo, no inducida por los sentidos. “Entonces pensó, y con razón: ‘No es fácil lograr esa felicidad con un cuerpo llegado a tanta extenuación, ¿y si comiera algo sólido, arroz hervido y cuajada?’. Así que comió algo sólido, arroz hervido y cuajada. El arroz integral es rico en vitamina B6 y triptófano, y la cuajada en vitamina B6 y en hidratos de carbono. Justamente lo que el cerebro necesita para generar serotonina. O sea, felicidad. Sin esta alimentación básica no es posible hacerlo. En aquella ocasión le acompañaban cinco mendigos que pensaron: ‘Si el asceta Gotama logra la Enseñanza, nos lo dirá’. Pero, por tomar algo sólido, arroz y cuajada y no entender la necesidad de tal dieta, se decepcionaron con él y se fueron pensando: ‘El asceta Gotama se pega la buena vida, ha dejado de lado el esfuerzo dándose a la buena vida’. “Así que, tras ingerir comida sólida y haber recuperado fuerza, apartado de los deseos de los sentidos, apartado de lo que es perjudicial, alcanzó y permaneció en la primera jhana, en la que hay placer (dopamina) y felicidad (serotonina) nacidos del apartamiento, y va acompañada de ideación y reflexión. “Luego, al cesar la ideación y la reflexión, alcanzó y permaneció en la segunda jhana, en la que hay placer y felicidad nacidos de la concentración, está libre de ideación y reflexión, y va acompañada de unificación de la mente y serenidad interior. “Luego, al desvanecerse el placer, permaneció ecuánime, atento y lúcido, experimentando con el cuerpo aquel estado de felicidad que los Nobles llaman: ‘Vivir feliz, atento y ecuánime’, con lo que alcanzó y permaneció en la tercera jhana. “Luego, al renunciar al placer, al renunciar al dolor, y previa desaparición de la alegría y la aflicción, alcanzó y permaneció en la cuarta abstracción meditativa, sin dolor ni placer, completamente purificada por la atención y la ecuanimidad. “Entonces, con la mente así concentrada, completamente purificada, nítida, intachable, libre de impurezas, maleable, dispuesta para la acción, equilibrada, inmutable, la dirigió hacia el conocimiento directo…” Y así, pocas horas después logró la Iluminación completa. Vemos aquí que la primera jhana necesita ideación, y viene acompañada de placer, felicidad y alegría. La segunda jhana ya no necesita la ideación. La tercera el placer. La cuarta ya ni la felicidad ni la alegría. El Buddha usó este yana, este vehículo para lograrlo. Pero no sólo él. Fue siempre… En otro sutta, el Buddha recuerda a sus dos mejores amigos, Sariputta y Moggallana que murieron y alcanzaron la iluminación también de la misma forma: desgajándose del Sangha. Justo antes de morir, como su querido asistente Ananda, el encargado de memorizar todos sus discursos, no se había logrado iluminar, se dirigió a él con estas compasivas palabras: “¿Qué más puede esperar de mí el Sangha de los monjes, Ananda? Yo he enseñado el Dhamma sin miramientos, para que nada resultase esotérico o no manifiesto: en cuanto a la doctrina se refiere, el Tathagata nada dejó oculto, como si sostuviera todavía algo en un puño cerrado. Si hubiera alguien que pensara ‘yo me haré cargo del Sangha’ o ‘el Sangha depende de mí, me pertenece’, entonces, esa persona, sí debería ofrecer las instrucciones al Sangha. Sin embargo, Ananda, en el Tathagata, semejantes pensamientos no tienen lugar, ¿cómo entonces, podría el Tathagata aún ofrecer las instrucciones al Sangha? “Yo ya soy débil, Ananda, entrado en edad, envejecido y anciano; soy alguien que ha atravesado ya el camino de la vida. He llegado al tope del espacio vital, el cual es de ochenta años. Y, al igual que una vieja carreta se sujeta con correas para que no se desmorone, así también el cuerpo del Tathagata está sujetado para que permanezca unido. “Por lo tanto, Ananda, sé tú mismo una isla para ti, sé tu propio refugio y que no haya nadie más que sea tu refugio, con el Dhamma como tu único refugio. Y ¿cómo hace el monje para convertirse en una isla para sí mismo, para ser su propio refugio y no tener a nadie más que sea su refugio, con el Dhamma como su único refugio? “Es cuando el monje permanece contemplando el cuerpo en el cuerpo, diligentemente, claramente consciente, atento, habiendo dejado atrás el deseo y la pena concernientes al mundo… o sea, Jhānas. Es así como el monje se hace una isla para sí mismo, se hace su propio refugio y no tiene a nadie más que sea su refugio, con el Dhamma como su único refugio. “Aquellos monjes míos, Ananda, que ahora o después de mi partida permanezcan como sus propias islas, sean su propio refugio, sin que tengan a nadie más que sea su refugio, con el Dhamma como su único refugio, ellos alcanzarán lo más alto, si es que tienen deseo de aprender”. Aquí lo volvemos a tener los cuatro factores: jhānas, ganas de aprender y tomar el refugio en sí mismo. Ellos ya, como monjes, vivían apartados. El mensaje final del Buddha es revelador: Quien en el futuro quiera alcanzar lo más alto que tome el camino que él emprendió. Ni Buddha, ni Sangha: el refugio debe ser él mismo. Así para evitar que el Sangha continuara no nombró sucesor y dio instrucciones precisas de cómo deberían relacionarse entre ellos a partir de ese momento, al no formar ya parte de una comunidad formal. Quien se arrima a un maestro, pierde la Iluminación. Quien se arrima a un Sangha, pierde lo más alto. Nadie puede iluminar a nadie. El sutta de los Kalamas vuelve sobre mismo: ni maestros, ni linajes, ni tradiciones, ni escrituras, ni fe: lo único válido es tu propia experiencia. Este es el camino de la Iluminación. Os he hecho referencia al Buddha no porque él haya creado este camino, que es antiquísimo, sino porque hay muchos de vosotros que os gusta que os llamen buddhistas y, en contra de los que el mismo Buddha dijo, aceptáis su autoridad, lo que él dijo. Y esto fue lo que dijo. Habéis llegado aquí desde muchísimos caminos, todos con maestros, linajes, escrituras, autoridad, fe, y sin experiencia ninguna. O sea, la fórmula del fracaso. Ahí tenéis: ¿Cuántos se iluminan por ahí? Los theravadines lo declararon imposible oficialmente a mediados del siglo XIX, los Mahāyanas desde el minuto uno: que se iluminen primero todos los seres y luego, ya veremos. Añadir tan sólo, que en palabras del Buddha, no buscar la iluminación es propio de necios. Y entonces… ¿a qué se dedican? ¿A inventar “meditaciones” que en muchos casos corrompen la mente? ¿A vender libros? ¿A hacer política? ¿A vender muñecas de la suerte? ¿A esclavizar a tus vecinos? ¿O solo a sentarte castigado de cara a la pared…? ¿A qué os dedicáis? ¿A qué te dedicas? Las Jhānas no son la iluminación, pero son sus puertas. Si quieres entrar a vivir en un palacio de oro, lo primero es entrar. Las puertas no son el palacio, pero sin pasar por ellas es imposible que entres allí. Éste es un camino fácil, agradable y sobre todo muy, muy divertido. Ya lo comprobarás. Si miramos alrededor,

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