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Cuando Roma Trasmutó A Buda en Jesucristo (III). La Conspiración

Copyright © 2020 Tomás Morales Duran. Todos los Derechos Reservados

Empezaremos haciendo un repaso histórico de los acontecimientos que pueden darse por ciertos. El 1 de marzo de 293, Constancio (apodado Cloro, que significa “el pálido”, se encuentra por primera vez en fuentes bizantinas) fue adoptado por Maximiano que le hizo su césar. Los dos hombres, junto con Diocleciano y su césar, Galerio, formaron la primera tetrarquía. El joven Constantino sirvió en la corte de Diocleciano en Nicomedia tras el nombramiento de su padre, Constancio Cloro, en 293. Constancio fue asignado para gobernar la Galia y se le ordenó someter a Marco Aurelio Carausio, un usurpador en Britania. En 293, capturó la base continental de Carausio, Gesoriacum, actual Boulogne en Francia. Alecto, el ministro de finanzas de Carausio, lo asesinó y tuvo tres años de gobierno pacífico. Luego, en 296 Constancio y su prefecto pretoriano, Asclepiodoto, lanzaron un brillante ataque de dos puntas contra Gran Bretaña. Asclepiodoto derrotó y mató a Alecto en Hampshire, mientras Constancio navegó por el Támesis hasta Londres y destruyó los restos del ejército de Alecto. Constancio se puso a restaurar las defensas fronterizas. Tomó fuertes medidas para eliminar la piratería franca y sajona, y en 298 venció a los germanos en la Galia. Galerio era hijo de un ganadero de origen tracio, y su madre procedía de Dacia. Se enroló en el ejército romano donde sirvió con distinción bajo el mando de los emperadores Aureliano y Probo, y quizá fuese prefecto del pretorio de Diocleciano. En 293, con la creación de la tetrarquía, fue nombrado por Diocleciano su césar en Oriente, casándose para ello su hija con Galeria Valeria. Por tanto, Galerio era yerno del emperador. Recibió la responsabilidad sobre las provincias de Iliria, para defenderla de la amenaza de sármatas y carpos. Más tarde, fue enviado a Egipto para hacer frente a la rebelión de las ciudades de Busiris y Coptos. Después de gobernar desde Egipto de 293 a 295, Galerio asumió el mando de las operaciones defensivas contra los sasánidas en 297. Después de ser derrotado, obtuvo una victoria decisiva que aumentó su influencia con Diocleciano. Galerio luego fue a los Balcanes y obtuvo numerosas victorias en la región. Cuando Diocleciano abdicó el 1 de mayo de 305, Galerio se convirtió en augusto de Oriente, gobernando los Balcanes y Anatolia. Galerio maniobró para colocar a dos de sus favoritos, a su sobrino Maximino Daya césar de Oriente y a Flavio Valerio Severo como césar de Occidente. De esta forma los dos césares accedieron a la categoría de augusto y dos oficiales ilirios fueron nombrados nuevos césares. La segunda tetrarquía quedaba así formada: Constancio Cloro y Severo II, como augusto y césar respectivamente, en occidente y Galerio y Maximino Daya en la parte oriental del imperio. Constantino vió en la misma corte como las maniobras de Galerio le dejaban fuera de la sucesión de su propio padre, en favor de Severo. Hay que hacer notar que Constantino estuvo doce años en la corte de Diocleciano, separado de su padre y presenciando las intrigas de Galerio. Severo, de origen humilde, nació en el norte de Iliria a mediados del siglo III y se incorporó como soldado y más tarde como oficial del ejército romano. Después de servir como oficial del ejército en Panonia (actual Hungría occidental y el norte de Croacia y Eslovenia), fue nombrado, el 1 de mayo de 305, césar del augusto Constancio I Cloro (que gobernó del 305 al 306) y se le dio control de Panonia, Italia y África. Constancio solicitó la presencia de su hijo a Galerio, y Constantino se abrió paso a través de los territorios del hostil Severo para unirse a su padre en Gesoriacum desde donde cruzaron juntos a Gran Bretaña y emprendieron una campaña en el norte contra los pictos. Sin embargo, todos los planes de Galerio comenzaron a colapsarse cuando Constancio Cloro cayó enfermo durante una expedición contra los pictos en Caledonia, muriendo el 25 de julio de 306. Su hijo Constantino se encontraba junto a él en su lecho de muerte en Eboracum, actual York, en la Britania romana, donde su leal general germano Chroco y las tropas leales a la memoria de su padre le proclamaron augusto directamente, lo que fue aceptado rápidamente en Britania y Galia, pero rechazado en Hispania. Galerio se enteró de los acontecimientos a través de una carta de Constantino, en la que le informaba de la muerte de su padre, afirmaba modestamente su derecho natural a la sucesión, y lamentaba respetuosamente el entusiasmo de sus tropas que no le habían permitido obtener el púrpura imperial de una forma más regular y constitucional. Según las fuentes, Galerio pasó rápidamente de la sorpresa a la decepción y a la ira, e incluso llegó a amenazar con quemar tanto la carta como al mensajero. Más tarde, después de reconsiderar su posición, advirtió que sus probabilidades de ganar una guerra contra Constantino eran muy dudosas. Por lo tanto, sin llegar a condenar ni a ratificar el nombramiento de las tropas, Galerio aceptó que el hijo de su colega fallecido entrara a formar parte de la tetrarquía oficial, gobernando las provincias más allá de los Alpes, pero sólo le otorgó el título de césar, mientras que el título vacante de augusto pasaría a quien hasta entonces había sido el césar de occidente, Severo II. Sin embargo, poco después de afrontar esta primera crisis, Galerio tuvo noticia de la inesperada pérdida de Italia a manos de Majencio, el hijo del antiguo augusto Maximiano. La necesidad de ingresos de Galerio le había llevado a implementar una dura política en Italia, que pasó de estar tradicionalmente exenta de impuestos a sufrir un duro catastro de propiedades para gravar la renta de todos sus habitantes. Los procedimientos de indagación del censo llegaron incluso a la tortura de los contribuyentes que se sospechaba que ocultaban bienes al estado. El descontento generalizado llevó a los italianos a aclamar a Majencio, que se declaró emperador en Italia provocando la ira de Galerio. Galerio ordenó a Severo marchar sobre Roma, esperando que su inesperada llegada acabara con la rebelión. Sin embargo, Severo fue capturado y ejecutado por Maximiano, que se encontraba ayudando a su hijo y para ello había recibido de nuevo el rango de coemperador. La gravedad de la situación imponía la presencia del propio Galerio, que partió al mando de un poderoso ejército recabado de las tropas de Ilírica y de Oriente, entrando en Italia con la finalidad de vengar la muerte de Severo y castigar la rebelión de los romanos. Sin embargo, Galerio encontró un clima completamente hostil, fortificado e inaccesible, y aunque logró llegar hasta la ciudad de Narni, a unas sesenta millas de Roma, no llegó a controlar la península itálica más allá de los límites de su campamento. Viendo las dificultades, Galerio envió a dos oficiales para intentar una negociación. Con un enfoque paternalista, los enviados recordaban a los sublevados que tenían mucho más que ganar de la generosidad de Galerio que lo que podrían obtener en cualquier campaña militar. Sin embargo, sus ofertas fueron rechazadas, y Galerio se dio cuenta que a menos que comenzara la retirada se podía encontrar en la misma situación que Severo. Grandes sobornos procedentes de Majencio habían corrompido a sus soldados, cuya fidelidad, especialmente la de las legiones de Iliria, comenzaba a cambiar. Galerio comenzó su retirada, y con grandes dificultades evitó que sus veteranos desertaran al enemigo. En su frustración, Galerio permitió a sus legiones que devastaran las regiones italianas por las que pasaban en dirección norte, mientras que Majencio decidió evitar el enfrentamiento. Ante esa grave situación política, en la que parecía inevitable esquivar los casos de usurpadores, Galerio decidió convocar una conferencia en el año 308 con el retirado emperador Diocleciano y con Maximiano. La idea era rectificar la situación y volver a poner orden en el colegio imperial. Se acordó que un gran amigo y compañero de Galerio, Licinio, a quien Galerio había encomendado la defensa del Danubio mientras estaba en Italia, se convertiría en augusto de Occidente, con Constantino como su césar. En oriente, Galerio seguiría siendo augusto y Maximino seguiría siendo su césar. Maximino debía retirarse de nuevo, y Majencio era declarado oficialmente usurpador ilegítimo. El plan de Galerio fracasó. Las noticias de la promoción de Licinio no sólo alentaron a Majencio y a Constantino, quien nunca dejó de usar el título de augusto, sino que el propio Maximino, que gobernaba las provincias de Egipto y de Siria, rechazó su posición de mero césar y reclamó también el título de augusto, a pesar de los ruegos y argumentos de Galerio. Durante sus últimos años de vida, Galerio dejó de perseguir sus aspiraciones de ser el supremo emperador del imperio romano, aunque logró mantener la posición del primero entre sus iguales. Pasó el resto de su tiempo de vida dedicado a otras cuestiones alejadas de lo militar, como la realización de importantes obras públicas, como el desvío de aguas del lago Balatón al Danubio, ordenando la tala de enormes extensiones de bosque para ello. Al final del año 310 la situación era aún más confusa con siete augustos: Galerio, Maximiano, Constantino, Majencio, Maximino Daya, Licinio, al que había introducido en la pugna Diocleciano, y Domicio Alejandro, vicario de África y autoproclamado augusto. En este entorno convulso comenzaron a desaparecer candidatos: Domicio Alejandro fue asesinado por orden de Majencio, Maximiano se suicidó asediado por Constantino y Galerio falleció por causas naturales a finales de abril o comienzos de mayo de 311.

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