La IRRUPCIÓN del Buddha ocasiona, por primera vez en la historia de India, que alguien se preocupe de la cronología evitando las simetrías matemáticas y exageraciones astronómicas de los textos védicos. La racionalidad budista también entra en el pantanoso campo de fijar hechos a lugares y a fechas en mitad de las brumas del mito. El problema es que, para fijar una fecha hace falta otra. Y si algo falta en India, como vimos, es interés por los “periódicos de ayer”.
En Occidente, las cronologías se basan en referencia al año de comienzo del reinado de un determinado personaje. De esta forma se construye una urdimbre donde se puede colocar la trama histórica.
En India no hay nada de eso, y aunque los buddhistas tomen como referencia los años transcurridos desde el parinibbāna del Buddha, su logro final de Nibbāna, como el año cero de todas sus cronologías nos encontramos buscando donde pinchar este punto en el tiempo.
Hay que decir que esto nunca ha sido fácil. En el caso de la cronología más usada, la Era Común basada en los cálculos de un tal Dionisio el Enano a partir de ubicar la fecha del nacimiento de un popular personaje ficticio originario una población que tardaría siglos en fundarse, Jesús de Nazaret, a partir de los datos proporcionados por uno de sus autores, Eusebio de Cesarea que, a pesar de ser él mismo historiador, confunde hechos históricos acaecidos en el área de Palestina con otros que se inventa para tapar huecos. Así que Cristo tiene que nacer antes de sí mismo, para que Herodes le espere con vida para tratar de matarle, por ejemplo.
Una vez que se organiza un consenso con una fecha, ya se puede construir una cronología.
Sí, consenso. Con la cronología Anno Domini (AD) esto era fácil porque el consenso se redujo a una decisión de los jerarcas de la iglesia. Sin embargo, con el buddhismo esto no es así. No hay ninguna organización unitaria y cada cual coloca el parinibbāna del Buddha donde mejor le cuadra. Por ejemplo, la tradición cingalesa, matriz del actual Theravada enseña que sucedió en el 544 aEC. Sin embargo esta fecha no es fiable ya que la establecen muchos siglos después.
Hay dos fechas que se diferencian en tres años, por lo que, en su momento, se dieron entre sí cierta fiabilidad: el 486 aEC de la tradición india y el 483 aEC de la china. Pero si una se basa en la otra, estamos en lo mismo.
La forma indirecta de fechar el parinibbāna del Buddha es recurriendo a los textos que, al considerarse sagrados, podemos considerarlos fiables. En ellos, se nos aparece una India con dieciséis mahajanapadas con un alto nivel de urbanización, donde las viejas tradiciones y formas de vida védicas, ganaderas y campestres, habían dado paso a la vida centrada en las ciudades con espacios de bosque organizados para el hospedaje de renunciantes. Además, la proliferación de escuelas de todo tipo con el factor en común de rechazar la tradición brahmánica nos indica que las fechas hay que desplazarlas hacia adelante en el tiempo para situarlas en la primera mitad del siglo IV aEC, pocos años antes de la invasión de Alejandro del norte de India en 327-325 aEC. Esto acorta el espacio entre el parinibbana del Buddha y la coronación de Ashoka en 268 aEC.
A pesar de tratar con personajes históricos como el rey Bimbisara de Magadha y su hijo Ajatasattu, no sabemos qué pasó al final con éste último y solo intuimos conflictos sucesorios que acabaron desembocando en el establecimiento de la dinastía antikshatriya Nanda en Maghada. Propio de la tradición india está ahogar, en cuanto les resulta posible, la historia en el mito.
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