Sobre la capa de la interpretación y condicionada por la necesidad de comunicación hemos desarrollado la capa conceptual. Al ser la comunicación una clase de consenso entre comunicadores, los objetos son compartidos. Un grupo usa un conjunto de etiquetas que han asociado a las interpretaciones. Un individuo de ese grupo aprende a asociarlas por imitación y las usa para comunicar a otros de ese grupo las elaboraciones que hace sobre la información que recibe y que codifica, interpreta y, además, conceptualiza etiquetándolas como palabras.
A partir de esas palabras se van a ir construyendo capas unas sobre otras aumentando el nivel de abstracción.
Incluso el propio individuo utiliza esa conceptualización para simplificar y manejar la información subyacente. El desarrollo del lenguaje y la actividad desenfrenada del área de Broca hizo que el individuo mantuviera un diálogo permanente consigo mismo y con los demás, atrapándole definitivamente en la esfera del lenguaje.
De esta forma, el individuo solo puede conocer aquello que está es dicha esfera, o sea, aquello que tiene nombre o que se lo puede asignar.
Aislado así totalmente de la realidad, primero por la capa de codificación, después por la de interpretación, después por la de conceptualización, después por la del lenguaje, su nivel de ignorancia es extremo.
Moviéndose entre objetos inexistentes, flexibles y adaptables le resulta imposible salir a la realidad en la que está, quiera o no, sumergido.
Por ello, a más cultura, más embrutecimiento.
Ser experto en lo inexistente, es ser experto en ignorancia.
La información básica es verdad. Sin embargo, los diferentes niveles de abstracción introducen la mentira como medio y material de construcción, de forma que lo que se llama verdad no es más que un convenio entre partes, tan alejadas de esa verdad que nunca han conocido.
El medio en el que se mueven esas verdades se llama duda.
Y, en medio de esa duda, tratan de construir sistemas que sean coherentes entre sí.
Como un edificio cimentado en un iceberg.
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