El Samsara es el territorio del Māra, todo lo que se mueve por él está dentro de su ámbito. Por ello no es de extrañar que la primera conciencia surgida en el mismo, como vimos, en la esfera de la cesación fuera el mismo Māra.
Y nadie mejor que el Māra para ir inaugurando esferas cada vez más bajas, más entrópicas, a partir del desarrollo del apego a la existencia en primer término y llegando al apego a la propia esfera, a los mismo que te tortura, ese estúpido y mal llamado “Síndrome de Estocolmo”, que hace que las víctimas de este inmenso océano de sufrimiento lo amen y se apeguen a él de manera compulsiva.
La idea de que el primer ser fue la muerte es antigua, el Brihadaranyaka Upanishad cuyo origen se remonta a varios siglos antes del Buddha, lo apunta de manera explícita:
Naiveha kiṁcanāgra āsīt, mṛtyunaivedam āvṛtam āsīt, aśanāyayā, aśanāyā hi mṛtyuḥ; tan mano’kuruta ātmanvī syām iti. so’rcann acarat, tasyārcata. āpojāyanta, arcate vai me kam abhūd iti; tad evārkasya arkatvam; kaṁ ha vā asmai bhavati, ya evam etad arkasya arkatvaṁ veda.
Originalmente, no había nada. La muerte estaba envolviendo todo. Ese es todo el significado, literalmente, de esta oración. En el comienzo de las cosas, ¿qué había allí? Nada estaba allí. Había un principio de muerte devorador y devorador, por así decirlo; nada más podemos concebir. En el Veda, también, está este mismo punto reflejado en el Nāsadīya Sūkta, que proclama que, al principio, no había existencia ni inexistencia.
El principio de la muerte devoradora es el elemento del hambre que atrapa los objetos. Aquí, el hambre no significa simplemente el apetito por platos comestibles como arroz, cebada, etc. es la esencia del puro apego.
Y ahora surge la pregunta más interesante…
¿Cómo es posible, desde el ámbito y el mundo del Māra, escapar de él?
Hay que considerar que absolutamente todo lo que tenemos a nuestro alcance está en el Samsara, todo lo que somos o pensamos, las conciencias, los interfaces, las reacciones emocionales, las percepciones, los conceptos, los conocimientos, lo que imaginamos, lo que hacemos, lo que nos afecta y a lo que afectamos. Todo, absolutamente todo, está dentro del Samsara, dentro del ámbito del Māra.
Imagina a alguien en un pequeño bote en mitad de un océano infinito, a merced de sus vaivenes, siendo parte de todo su movimiento, siendo parte del mismo océano…
¿Cómo se puede salir de él?
Es más ¿qué es “salir”? ¿cómo se puede concebir el hecho de “salir” si no se puede ni siquiera llegar a pensar en algo que sea diferente al mar que te envuelve?
Y repito, cualquier pregunta acerca de Nibbāna está fuera de ámbito. E incluso la palabra necesita una qualia para ser definida. Pero Nibbāna es un concepto sin qualia, no porque sea un concepto vacío, sino porque no puede tener qualia. Nibbāna es simplemente impensable.
Asi que volvemos al desgraciado naufrago que ni siquiera puede pensar que existe un puerto seguro.
¿Cómo puede salir de su pésima situación si no puede ni siquiera pensar ni imaginar otra? Y aún más allá, ¿Cómo puede diseñar una salida, una estrategia de escape?
Este es un problema lógico de primer orden.
No sabes qué es el escape porque es impensable. Si no sabes qué es y no puedes saber dónde está porque no está, ni cuando está porque nunca está (esto solo es lo más básico y se puede ir liando hasta el infinito) ¿Cómo puedes diseñar y ejecutar una estrategia de escape?
Tómate unos segundos e intenta ubicar la pregunta.
¿Encontraste la solución?
Simplemente, no puedes. Es imposible. Intrínsecamente imposible, y más aún, activamente imposible, porque el guardián del océano no es un ser pasivo, sino que guarda y vigila absolutamente todo y como pastor con su rebaño, lo dirige y guarda según sus intereses. Ninguna estúpida oveja se va a escapar del cuchillo del carnicero y tú no eres más que otra estúpida oveja.
Y luego ves a gente pataleando en el agua, sumergiéndose y emergiendo, gritando en el océano, cerrando los ojos y la nariz. Haciendo toda sarta de bobadas y sosteniendo que así saldrán del mar, ahí en mitad de la nada, en medio de la tormenta.
Vipassanos, Weizza-Lams, Zenes, Vajrayanos, Theravadines que muchos pelajes, Chanes y Seones, y luego los infectados por el virus de los dioses que le rezan a su amigo invisible que vive en su cabeza para que les saque de ahí y los lleve a un mar menos proceloso.
Patio de manicomio.
Analicemos de otra forma…
Si es obvio que nosotros no podemos, de ninguna manera, si existe salida ¿Quién nos la podría indicar?
Solo puede ser alguien que exista, que esté aquí y ahora, que esté también en el Samsara, pero se necesita que cumpla, al menos, dos condiciones (obvias), por un lado, que tenga un pie fuera del Samsara y por otro, que tenga suficiente entidad como para contrarrestar la fuerza y potencia del Māra.
Y si, hay alguien así.
El Brahmā, el dios más poderoso, el Mahābrahmā que además es un anagami que debería estar fuera ya del Samsara por méritos propios, pero que se ha quedado para sacar a algún otro fuera del Samsara.
Ese mismo que es el encargado de revelar el Dhamma a los Buddhas y moverlos a que enseñen y que, al fin y al cabo, es el verdadero protagonista de la epopeya de la iluminación.
Sahampati, mi maestro.
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