La tan alabada Democracia griega era una clase de Aristocracia. En la Antigua Grecia, la aristocracia designaba la forma de gobierno donde el poder político era ejercido por los mejores, es decir, aquellas personas con mayor capacidad y virtud. De allí su origen etimológico, que proviene del griego ἀριστοκρατία (aristocratía), vocablo que se compone por las raíces ἄριστος (áristos), que significa ‘los mejores’, y κράτος (crátos), que traduce ‘poder’, ‘gobierno’. A su vez áristos proviene de la misma raíz que ariya y con el mismo significado. Para filósofos como Platón y Aristóteles, la aristocracia, entendida en su sentido original, era la forma de gobierno idóneo, pues serían los ciudadanos más notables en razón de sus condiciones morales e intelectuales quienes tendrían a su cargo la administración política del Estado para atender los intereses de sus gobernados. La aristocracia era, pues, una manera de combatir los excesos de la tiranía y las injusticias de la oligarquía. De hecho, la Democracia en su sentido original, era una clase de Aristocracia donde solo un grupo seleccionado de habitantes de Atenas eran ciudadanos. La aristocracia y la oligarquía son conceptos similares en el sentido de que se refieren a grupos selectos de individuos que detentan el poder político. Se diferencian en que la aristocracia, en su sentido original, designa al gobierno de los mejores para atender los intereses del pueblo, mientras que la oligarquía hace referencia a la forma de gobierno donde una clase privilegiada atiende únicamente los intereses de unos pocos. De allí que, cuando se le quiere atribuir connotaciones negativas al sistema aristocrático se lo tilde de oligárquico. Entendido en su sentido clásico, la aristocracia es un sistema de político ideal, donde son los ciudadanos más preparados y de más apreciadas virtudes morales quienes ejercen el poder político de una manera ética, apegada a las leyes y en atención a las necesidades e intereses de las personas, sin distinciones de clases, raza, sexo o religión. El modelo aristocrático se degrada cuando la ciudadanía se hace hereditaria, lo que contradice el propio modelo ya que es de todo evidente que el heredero genético de una persona muy inteligente y muy moral no tiene por qué ser, a su vez, ni inteligente ni moral. Habitualmente es todo lo contrario. Esta reserva el acceso al poder para los descendientes incapaces e inmorales, tiende monopolizar el poder en función de los intereses de su propia clase dominante, segregando a la mayoría de la población, todo lo cual deviene en un sistema político que se ha dado en llamar oligarquía, donde el grupo que ostenta el poder político gobierna únicamente para los grupos que tienen el poder económico. De forma mucho más dramática el modelo democrático deriva necesaria e inexorablemente en oligarquía. Si ponemos cualquier filtro sobre capacidad intelectual y además sobre virtud moral a cualquier grupo humano, la mayoría de la población quedaría matemáticamente excluida. Si a eso sumamos un porcentaje nada desdeñable de idiotas (en el sentido etimológico que significa aquellos que no tienen interés en la cosa pública y que son os actuales abstencionistas), nos encontramos con una inmensa mayoría de tontos, inmorales o idiotas y sus respectivas combinaciones. El gobierno de tontos, inmorales e idiotas es la Demagogia, o sea, el sistema imperante actualmente en casi todo el mundo, a lo que la gente llama “democracia”. Los idiotas no participan ni siquiera de lo que les afecta, y los tontos son indefectiblemente manipulados por los inmorales. Los inmorales pobres son comprados por una élite de inmorales ricos para así manipular a los tontos. Los inmorales pobres pasan así a ocupar los puestos de representación política de los tontos con la anuencia de los idiotas, tratando de llegar a ser parte de la élite de los inmorales ricos. Así se consigue una continua transferencia de recursos de los tontos y de los idiotas a los inmorales ricos, que les premian con parte del botín a los inmorales pobres. En el caso de problemas legales, son los inmorales pobres, también llamados políticos, los que pagan las consecuencias, jamás los inmorales ricos u oligarquía. Al final lo que se obtiene es la Democracia, que es realmente una Oligarquía que solo busca saciar la infinita ambición de los oligarcas tratando de agotar los recursos de los tontos e idiotas y del mismo Planeta, con su mantra del eterno crecimiento, como si ellos tuvieran otro planeta donde refugiarse. El fruto final de la democracia es doble: desigualdad y la ruina medioambiental. La democracia es un mito que se basa en la igualdad de todos los hombres. Según esto, al ser todos los hombres iguales en capacidad y en moralidad, todos son ciudadanos. Esta soberana estupidez no se mantiene para todo. Curiosamente las mismas democracias que no tienen ninguna exigencia a la hora de seleccionar su Gobierno, es extremadamente cuidadosa en la selección de todos los demás puestos. Es un contrasentido que se exija aprobar medicina para ser médico, o ingeniería para ser ingeniero, o administración para ser administrativo o incluso saber leer y escribir para trabajar como ordenanza. Es más que contradictorio, incongruente. Si los hombres son iguales en capacidad y en moralidad y el Gobierno de los hombres se basa en este axioma, ¿con qué legitimidad se exige otro nivel de capacidad para ser médico o ingeniero o arquitecto o teniente general? Es obviamente una trampa. Ni los oligarcas ni los demócratas permiten que un analfabeto les opere del corazón. Sin embargo, si permiten que un analfabeto nombre al individuo que te opera del corazón, con las exigencias y la selección que impone el propio analfabeto. Todo es un puro teatro de distracciones para robarte la cartera y hasta la dignidad. La democracia es absurda en sí misma, y los que la apoyan, apoya un absurdo. Y ¿quién puede apoyar un absurdo? El tonto, que no entiende que el absurdo y el inmoral que ve en el absurdo la posibilidad de engañar al tonto. Es, junto a la tiranía, la peor forma de gobierno concebible. La forma de gobierno racional es la aristocracia, que no es inconcebible en absoluto. Si para conducir un vehículo se exige una certificación no solo de conocimientos y de habilidad sino de seguridad vial, ¿qué menos para ejercer de ciudadano? Como conductor tienes la vida de los demás en tus manos. Como ciudadano mucho más. Y a la falacia de ¿dónde se pone el nivel? La respuesta es obvia, cuanto más alto, mejores ciudadanos y mejores decisiones para todos: tontos, idiotas e inmorales. Un nivel suficientemente alto para seleccionar lo mejor de lo mejor pero lo suficientemente grande para que exista la libre competencia entre ellos y no se degrade en oligarquía. Al final, solo debes contestar la pregunta: ¿estás dispuesto a que te gobierne uno más tonto e inmoral que tú? Si es que sí, considérate un demócrata. Si es que no, considérate un aristócrata. Y los Ariyas, ocho tipos de individuos con algún grado de iluminación, son mejores que los humanos corrientes. Son naturalmente éticos y dominan la sabiduría. Algunos de ellos carecen de apego y aversión y no les importa ayudar a los demás aunque los demás sean tontos, idiotas o inmorales. No existe mejor forma de Gobierno. La mejor es la de los mejores. No hay nada mejor.
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