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Foto del escritorTomás Morales y Durán

Análisis de un Vehículo descompuesto: el Arahantyana

En el marco del hinduismo, gurú significa ‘maestro espiritual’. Desde hace muchos siglos este término se ha empleado en la India. Al maestro espiritual se le consideraba una persona importante que mostraba el sendero, enseñaba las técnicas de meditación y a quien se le pedían consejos. Muchas veces el gurú (que únicamente podía ser de la casta brahmánica o chatría), era el mismo padre, que iniciaba en la recitación de un mantra a su discípulo (en su etapa de brahmachari o de estudio del Brahman), le instruía en los sastras (Escrituras sagradas) y finalmente conducía como sacerdote la ceremonia necesaria para la investidura, que era realizada por un acharia (maestro). El alumno era llamado brahmachārī, chela o shishia. Ya en el siglo IV a. C., el gramático Panini menciona el término gurúkula (‘casa del maestro’). En el Majábharata (siglo III a. C.) existen varias historias acerca de que los niños hinduistas vivían varios años en la casa de un brahmán, donde oficiaban de sirvientes personales. El gurú no sería un simple profesor de religión o sacerdote brahmán, sino un ser autorrealizado o alma iluminada, igual que el rey Rama, Krisná, Buda, etc. Por extensión, gurú se ha convertido en la palabra utilizada para designar al iniciador o jefe de una creencia enseñada en el contexto de un áshram o un gurúkula (escuela), donde todos los miembros son considerados parte de la familia (kula) del gurú. El gurú es quien saca discípulo de la «oscuridad» de la conciencia limitada (debida a la identificación del discípulo con el cuerpo físico y a su naturaleza inferior animal), y que puede revelar la «luz» de la conciencia, oculta en el interior del discípulo, que debe practicar las técnicas que le enseña el gurú (meditación, devoción, oración, etc.). El hinduismo enfatiza la entrega del discípulo al gurú. Un refrán relacionado dice que «la puerta de la iluminación (samādhi) es muy baja, y nadie puede entrar sin agachar la cabeza» (controlar el propio ego). Antes se formaba muy poca gente y los enseñantes enseñaban a una persona de cada vez, de forma que era de uno a uno, no de uno a muchos o de muchos a muchos como ahora. Si a esto unimos que no existía la escritura y por tanto los textos eran orales, se va entendiendo el “de boca a oreja”, ese era el lema que llevó a su mismo nombre a los Upsanishads, contemporáneos del Buddha en la India del siglo VI AEC. Y la formación era extensiva, basada en la memorización y dependía del enseñante. El gurú se encarga de la formación y educación de su discípulo, de forma que él es quien lleva al educando a su realización. Para ello son imprescindibles dos cosas: 1.- Que el discípulo pierda cualquier clase de ego o autoestima en favor del gurú, de forma que cualquier cosa que se enseñe será aceptada sin reservas ni críticas ni análisis por parte del discípulo. De no hacerlo así, el gurú tachará a su discípulo de “arrogante”. 2.-Que el discípulo desarrolle fe en el gurú para aceptar cualquier cosa que éste le enseñe o que le haga practicar. Las relaciones gurú-discípulo son mucho más fuertes de las de maestro-estudiante, se sumergen en el ámbito de lo personal y se suelen prolongar mucho en el tiempo de forma que, si la relación es fructífera, puede ser de por vida. Estas relaciones constituían en sí mismas una forma de vida. Así tenemos, por ejemplo, todas las relaciones que el Buddha estableció. Algunas duraron hasta la muerte de su discípulo como el caso de Sariputta o la muerte del gurú, como el caso de Kassapa o del mismo Ananda. Vemos en MN 85 que el Buddha mismo tuvo dos maestros que le enseñaron lo que sabían pero él vio que no era lo que andaba buscando. En ambos casos, el Buddha los examinó primero y los aceptó como gurús. Después de haber asumido el dhamma de cada uno le ofrecieron quedarse con ellos para siempre, lo que el Buddha rechazó para buscar su propio camino. Esto choca frontalmente con nuestra cultura grecolatina, donde un maestro expone públicamente en su academia o en el ágora sus ideas, estando expuesto a toda clase de críticas por parte de cualquiera y es cuestionado incluso por sus propios discípulos. Así, la Dialéctica no se dio en la India y sí en Europa. Es impensable en el sistema hindú que un discípulo contradiga a su gurú: eso atentaría contra la relación entre ambos. Asi que, si el alumno supera al profesor y aquel se muestra insatisfecho, al alumno solo le queda abandonarle discretamente. Desde este punto de vista podemos entender la falta de personalidad que los discípulos del Buddha muestran frente a él. Siempre aceptan todo y nunca cuestionan. Y aquel que cuestiona es maltratado por los textos y se le califica indefectiblemente de “tonto”. Así “tonto” no es exactamente un débil mental, sino alguien que se atreve arrogantemente a contradecir a su gurú. De esta forma, a la hora de su muerte el Buddha exhorta a sus aranhants acerca de cambiar las normas menores de la disciplina (eso de no miccionar de pie o sobre agua) y ninguno de los quinientos se atrevió a decir nada, con resultados catastróficos a largo plazo como se vió. Una norma absurda termina enfrentando a todos. Y sin son docenas de ellas, antes y peor. En la actualidad, en el “supermercado de la espiritualidad“, nos hemos acostumbrados a ir a ver si hay algo que un determinado maestro nos puede enseñar, si es bueno lo tomamos y si no, simplemente no. La relación personal con un maestro hoy día es escasa o nula y solo restringida a la propia actividad docente. A veces, al maestro solo se le conoce por YouTube o por Fuze. O sea, nada que ver. Así, no debemos asustarnos de las prácticas pedagógicas que el Buddha aplicaba a sus discípulos, y que vienen en el Canki Sutta. El proceso de aprendizaje es CONTINUO, o sea, cada tema se estudia una y otra vez. El proceso en resumen es el siguiente: El discípulo investiga al venerable con respecto a tres estados, estados conectados con apego, estados conectados con aversión, estados conectados con ignorancia. ‘

  1. ¿Hay en este venerable tales estados conectados con apego, de tal forma que con la mente subyugada por tales estados conectados con apego, no conociendo, dijese: conozco, no viendo, dijese: veo; o instigase a otro a este estado de tal forma que éste condujera a otros al sufrimiento y perjuicio por largo tiempo?.

  1. ¿Hay en este venerable tales estados conectados con aversión de tal forma que con la mente subyugada por tales estados conectados con aversión, no conociendo, dijese: conozco, no viendo, dijese: veo; o instigase a otro a este estado de tal forma que éste condujera a otros al sufrimiento y perjuicio por largo tiempo?’

  1. ¿Hay en este venerable tales estados conectados con ignorancia de tal forma que con la mente subyugada por tales estados conectados con ignorancia, no conociendo, dijese: conozco, no viendo, dijese: veo; o instigase a otro a este estado de tal forma que éste condujera a otros al sufrimiento y perjuicio por largo tiempo?. Este Dhamma no es fácilmente expuesto por uno con ignorancia.

  1. Cuando investigando, ve que éste es puro con respecto a estados conectados con ignorancia, entonces, deposita fe en él;

  1. Poseyendo fe, se acerca a él;

  1. Acercándose, ofrece respeto;

  1. Ofreciendo respeto, presta oídos;

  1. Prestando oídos, escucha el Dhamma;

  1. Habiendo escuchado el Dhamma, memoriza el Dhamma y examina el significado del Dhamma memorizado;

  1. Examinado el significado, hay aceptación reflexiva del Dhamma;

  1. Cuando hay aceptación reflexiva del Dhamma, surge el deseo de hacer;

  1. Poseyendo deseo de hacer, se esfuerza;

  1. Habiéndose esforzado, evalúa;

  1. Habiendo evaluado, aplica energía;

  1. Siendo enérgico, realiza con el cuerpo mismo la verdad última; y

  1. Habiéndola penetrado con sabiduría, ve ésta.

De esta forma hay realización de la verdad; de esta forma uno realiza la verdad; y de esta forma nosotros describimos la realización de la verdad. Pero todavía no hay el logro final de la verdad. El logro final de la verdad es por la práctica frecuente, desarrollo, repetición de esas mismas cosas. Y, preguntado acerca de la utilidad de estos factores, se responde que para un factor es útil el siguiente, así hasta el principio:

  1. ¿Cuál es la cosa más útil para el logro final de la verdad?: La energía;

  2. ¿Para la energía qué cosa es más útil?: La evaluación es más útil.

  3. ¿Para la evaluación qué cosa es más útil?: El esfuerzo es más útil.

  4. ¿Para el esfuerzo qué cosa es más útil?: El deseo de hacer es más útil.

  5. ¿Para el deseo de hacer qué cosa es más útil? La aceptación reflexiva del Dhamma es más útil.

  6. ¿Para la aceptación reflexiva del Dhamma qué cosa es más útil?: El examen del significado es más útil.

  7. ¿Para el examen del significado qué cosa es más útil?: Memorizar el Dhamma es más útil.

  8. ¿Para memorizar el Dhamma qué cosa es más útil?: Escuchar el Dhamma es más útil.

  9. ¿Para escuchar el Dhamma qué cosa es más útil?: Prestar oídos es más útil.

  10. ¿Para prestar oídos qué cosa es más útil?: Ofrecer respeto es más útil.

  11. ¿Para ofrecer respeto qué cosa es más útil?: Acercarse es más útil.

  12. ¿Para acercarse qué cosa es más útil?: La fe es más útil. Si en uno la fe no surgiese, uno no se acercaría; cuando surge la fe, se acerca; por lo tanto, la fe es más útil para acercarse.”

Aquí tenemos uno de los factores imprescindibles para el éxito de esta metodología: la fe. Sin fe nada de este sistema se pondría en marcha. Es una caída al vacío sin red. El otro factor, el de la humildad, también viene en este sutta. Si un hombre tiene fe, protege la verdad diciendo, ‘mi fe es así’, pero todavía no llega a la conclusión definitiva: ‘Sólo esto es verdad, lo otro es falso’. Bhāradvāja, si un hombre tiene aprobación… Bhāradvāja, si un hombre tiene tradición oral… Bhāradvāja, si un hombre tiene consideración de causas… Bhāradvāja, si un hombre tiene aceptación reflexiva de una idea, protege la verdad diciendo, ‘mi aceptación reflexiva de una idea es así’, pero todavía no llega a la conclusión definitiva: ‘Sólo esto es verdad, lo otro es falso’. De esta forma, Bhāradvāja, hay protección de la verdad; de esta forma uno protege la verdad; de esta forma nosotros describimos la protección de la verdad, pero todavía no hay realización de la verdad.” De esta forma hay protección de la verdad; Hasta que no se haya realizado la verdad no podremos afirmar esto o lo otro. A lo más es un “creo que “, “me parece que”. Aquí vemos el método pedagógico del Buddha.

  1. Requiere previamente fe en el gurú, fe que solo se sostiene mediante la observación de su ética.

  2. Requiere de memorización.

  3. Requiere de análisis racional.

  4. Requiere de evaluación.

  5. Requiere de práctica.

  6. Requiere de repetición continua.

Y, mientras tanto, no podremos afirmar o negar nada. Eso significa que no estaremos seguros de nada. Simplemente serán suposiciones más o menos cerca de la verdad, pero no la verdad. O sea, que no sabremos realmente. De esta forma el discípulo siempre está supeditado al gurú. Nunca termina de saber. Nunca podrá afirmar. Es por esto que al discípulo se le exige humildad, por esta continua posición de subordinación e inferioridad respecto a su gurú. Así, si al discípulo se le ocurre afirmar cualquier cosa, automáticamente es tachado de “ARROGANTE”. Éste, así como se ve, es el Arahantyana, el vehículo del Arahant. El vehículo que (casi) todo el mundo elige para tratar de lograr la Iluminación. Francamente, nunca he visto practicar así a nadie en Occidente: enganchados con una fe inquebrantable a un gurú iluminado de por vida, memorizando, analizando, evaluando y practicando lo evaluado. Punto por punto todo el Dhamma. Pero ¿de qué disponemos realmente? Más bien de poco. Más bien de nada. Sin el Buddha en persona ¿Cómo establecer con él una relación de gurú-discípulo? ¿Sirve cualquier otro? Pues, de momento, debe ser, al menos, un arahant, alguien que al ser examinado no presente en su comportamiento ningún rasgo de apego ni de aversión ni de ignorancia. Pero no solo un arahant, sino que además, sepa enseñar así, que lleve a los demás a la Iluminación. Es decir, estamos hablando de un gurú que tenga la categoría de un Sammasambuddha. O sea, de la talla del mismísimo Buddha. O sea, como el Buddha murió (aunque muchos lo toman de maestro, que es aún más estúpido que tomarle de peluquero), este vehículo debe esperar al famoso Metteyya o Maitreya para volver a ser útil. O sea, si este vehículo es el que has elegido (como el 99%) solo espera… como a la segunda venida de Cristo… Pero para los impacientes, hay solución: tomar a un tipo corriente de gurú, eso sí, en lugar de examinar si es un arahant o no, solo nos pararemos a analizar sus ropajes, su calvicie y otros detalles. Depende del color y la forma de ceñirlo, así serán sus enseñanzas. Así será el costo del curso. Así será el costo de los libros… ¿Libros? ¿No había que oírlo de boca del Gurú y luego memorizarlo? Y el costo de los exámenes… ¿Exámenes? ¿No era una autoevaluación continua?… Así de esto viven los que viven dentro de un disfraz, viviendo de un disfraz, disfrazados de gurús. ¿Piensas que así tienes una mínima probabilidad de Iluminarte? Si piensas que sí, eres en exceso optimista. Te recuerdo que el Mortadelo de turno, que no está iluminado, te exigirá sumisión completa: si se te ocurre cuestionarle te expulsará y te mandará a los infernos mediante la palabra mágica: “ARROGANTE”. Si él no se ha iluminado y tú estás sometido a él en todo momento,  es lógicamente imposible que tú te ilumines. Otra opción, esa sí ya del todo estúpida, es apuntarse al circo con la certeza asegurada por tu maestro de que la Iluminación es un mito, o es cosa de otras vidas… Ahora. ¿Dónde estás? ¿Entiendes ahora por qué no te mueves? Éste es un resumen pormenorizado del Arahantyana. Una autopista rebosante de gente y sin salida…. Y ¿sin retorno? Te recuerdo que el Paccekabuddhayana siempre abre las 24 horas.

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