Hay parajes mágicos en los que la lógica no funciona. Son impermeables. Uno de estos lugares es Extremadura, España.
El Alma Extremeña es un concepto cultural que aún siendo invisible permea todo, que se autosustenta, mostrando una permanencia irreal ante cualquier tipo de embates y que resulta satisfactoria para los que habitan sus posesiones terrenales.
Ilógico, pues. Para tratar de explicar lo inexplicable se puede recurrir a la magia o a la descalificación, pero ni una ni otra explican nada aquí. Un lugar extraño donde los males se toman como bendiciones y los bienes son mal vistos. Extremadura quizás sea uno de los múltiples infiernos y nadie se ha percatado. Es difícil calificar de infierno a una tierra rica, extensa, deliciosa y virgen situada en Europa pero con alguna raíz oscura anclada en algún valle remoto del Atlas beréber.
Los extremeños son de la tierra, pertenecen a la tierra incluso con más intensidad si esa tierra no tiene tierra y sus frutos son de pura pizarra. Esa quizás sea la distinción donde surge la ilógica: los extremeños pertenecen a la tierra pero la tierra no pertenece a los extremeños. Tierra de siervos medievales que se adaptan, emigran o se suicidan. Hay más extremeños bajo tierra que en la tierra. Hay más extremeños fuera de su tierra que en su tierra. Adaptarse no es fácil ni para los que nacieron y crecieron en esta triste condición, sumidos en manifestaciones de resignación y agradecimiento por serles permitido vivir sin derecho a vivir donde se vive.
Estos arrendatarios de la historia surgen cuando les sobreviene la conquista cristiana que les arrebata toda posesión y aunque hacerse cristianos fervorosos no sirvió para recuperar la propiedad, al menos, se les permitió vivir como fuerza de trabajo con mirada pero sin rostro ni palabra.
Durante el Califato de Córdoba existieron entidades que se establecieron como independientes, entre las que se encuentra Badajoz, que se desarrolló como reino independiente bajo los Banu Marwan. Tras la ocupación y repoblación de Badajoz (855-875) por Ibn Marwan, donde se comportó como el caudillo de un reino autónomo cada vez más fuerte y extenso, se sentaron las bases que continuarán los dos sucesivos reinos de Badajoz que le continuaron. Extendido más allá de las fronteras de Extremadura su población llegó a tener un fuerte componente norteafricano.
En este lapso de tiempo se enraizarán en Extremadura los dos aspectos sociológicos beréberes que caracterizarán para siempre el Alma Extremeña: la atonía cívica y el familismo asocial. La primera es la renuencia a participar en la vida social y el segundo es la sospecha y el recelo hacia todo lo que proceda de fuera del núcleo familiar. De esta forma el Alma Extremeña se enraíza en la tribalidad del Atlas. Y será durante la dinastía beréber aftasí la última vez que los extremeños regirán los destinos de su propia tierra.
La invasión y caída del reino de Badajoz fue perpetrada en favor del reino de León por las órdenes militares. Este factor condicionó que no hubiera colonización de cristianos del norte, como fue habitual en el resto de la Península, sino que mientras la población beréber permaneció, la propiedad de la tierra fue repartida entre las Ordenes Militares. A este respecto, el comendador de la Orden de Santiago de la Espada, Gutierre de Sotomayor poseía nada menos que 500.000 hectáreas de terreno.
Esto explica que, en pocos años, la población extremeña pasó a la indecencia de ser jornaleros desposeídos en su propia tierra dependiendo de monjes de una religión extranjera que poseían extensiones obscenas de tierra, perdiendo para siempre su posesión y dominio, y con él cualquier clase de poder político o social. Con el tiempo toda esta riqueza pasó a la Iglesia. Incluso la propia nobleza extremeña estaba desposeída, dedicándose en algunos casos a ganarse la vida asaltando caminos.
El emperador Constantino funda la Iglesia como su principal instrumento populista de control social para gestionar la ruina económica del Imperio y su éxito en el tiempo se basó en ponerse al servicio de los estados mientras acumulaba riqueza que usará, solo en parte, para conseguir el acatamiento de los fieles. En nuestro caso la supervivencia de los musulmanes beréberes desposeídos y entregados a la Iglesia pasará, como es habitual, por la sumisión y humillación del mendigo reconvertido en siervo que malvive gracias a la gentilidad eclesiástica que le explota. Solo en la localidad de Hornachos, su rica y floreciente comunidad morisca se negó a abandonar su fe y costumbres lo que la condenó al exilio. Fundaron en la costa de Marruecos el reino pirata de Salé, próximo a Rabat, que llegó a contar, incluso, con una de las más importantes y temidas flotas de galeones del Mediterráneo siendo la peor pesadilla de los reyes de España. Aún así Felipe III rechazó el fin de hostilidades a cambio de retornar del exilio.
La independencia de Portugal supuso una pared andina llamada A Raia, la frontera más antigua del mundo. Extremadura pasó así, de ser la región más céntrica a un culo de saco. Más allá de A Raia, nada.
Nunca habrá cristianos más cristianos que los extremeños y españoles más españoles que los extremeños. A más oprobio y humillación, mayor fidelidad. Como perros apaleados tratando de hacer gracietas ante su dueño maltratador, el extremeño se sabe forastero, pagano y sin derecho a estar y perseguirá la misericordia del amo que le desprecia, como no puede ser de otro modo.
Mientras la miseria se arraiga en el campo de Extremadura florecen monasterios como el de Guadalupe llamado el pequeño Vaticano que acumula tal cantidad de riquezas que no se le permite ser ni extremeño, pertenecerá al arzobispado de Toledo. Guadalupe patrocinará dos de los tres barcos de Colón y allí será el primer lugar en rendir cuentas y bautizar a los primeros amerindios.
Guadalupe abre América a hidalgos extremeños desposeídos que no tienen nada detrás y que se lanzarán a una desesperada conquista de gloria o muerte. De esta forma, Extremadura se convierte en la Tierra donde nacieron los Dioses.
Extremadura crea la historia pero no la tiene.
Aquellos gigantes o no volvieron o, al volver, cayeron en desgracia.
La puerta de la emigración sin retorno (retorno ¿adónde? ¿a qué?) se quedó abierta para siempre: «Nacer en Cáceres y morir en cualquier parte».
Como moros en Marruecos o cristianos en Indias los mejores extremeños se disuelven en la geografía para escapar de la historia.
En contraste con su triste sino, Extremadura al inicio del siglo XIX era la cuarta potencia económica de España y enviaba a Cortes más diputados que Castilla o que Madrid. La Constitución de Cádiz fue muñida por el cura extremeño Muñoz Torrero. En la jornada inaugural de las Cortes es el primer diputado en intervenir haciendo varias proposiciones revolucionarias como que la soberanía de la nación reside en el pueblo, la separación de poderes, la abolición de la Inquisición en España, Libertad de prensa y la Inviolabilidad de los diputados y en marzo de 1811 fue nombrado presidente de la comisión redactora constitucional. Aunque llegó a ser presidente de la Diputación permanente de las Cortes, acabó torturado y muerto prisionero en un castillo.
El gobierno liberal en 1836 desamortizará los bienes de la Iglesia poniéndolos a pública subasta. Como la división de los lotes se encomendó a comisiones municipales, éstas se aprovecharon de su poder para hacer manipulaciones y configurar grandes lotes inasequibles a jornaleros y pequeños propietarios pero pagables, en cambio, por las oligarquías urbanas muy adineradas que podían comprar tanto grandes lotes como pequeños. De forma, los extremeños únicamente cambiaron de amo.
Su situación empeoró. La Iglesia era mejor amo que el señorito de Madrid que de estas tierras y de sus gentes solo le interesaba su explotación. Pero aún le quedaba al más miserable recoger unas bellotas o cazar algún conejo en las tierras del común, algo que, dejará de suceder después de la desamortización de Madoz, que le robó estos espacios de supervivencia a los pobres que entregársela a los ricos e Madrid.
La miseria más abyecta estaba servida.
Las condiciones de vida de los extremeños eran inenarrables. Tratados peor que siervos, viviendo en chozos de retamas en suelo de tierra, estaban sometidos a amos muy devotos que creían sinceramente que ese estado de cosas era el justo. La opresión llegó en 1936 al delirio cuando la oligarquía terrateniente decidió no sembrar ese año para aniquilar por hambre a toda esa chusma harapienta. La jornalería se resignó, una vez más, a su triste suerte. El suicidio siempre fue una forma común de evasión entre ellos. Sin embargo, los yunteros de Badajoz, trabajadores libres que disponían de un mulo y un arado y que eran contratados para la labranza de los campos, se negaron a inmolarse. El 25 de marzo de 1936 ocuparon las tierras de forma tan perfecta y pacífica, poniéndose a labrarlas, que la guardia civil no pudo ponerse a dispararles a pesar de las órdenes de Madrid. La oligarquía entró en pánico al comprobar que esto mismo podría propagarse por todo el sur de España y perder el control de la propiedad de la tierra. Esto fue la principal causa económica del estallido de la guerra civil. Y así se demostró cuando las tropas nacionalistas en lugar de marchar rápidamente contra Madrid prefirieron desviarse y perpetrar la mascare más obscena de la guerra en la plaza de toros de Badajoz, cumpliendo así venganza. Pero no quedó aquí esta venganza. La fecha del 25 de marzo fue ocultada y los hechos silenciados. El socialismo extremeño, heredero legítimo de las peores prácticas de los caciques administradores de los señoritos de Madrid, puso como fiesta regional extremeña el 8 de septiembre, día de la Virgen de Guadalupe, un macabro chiste negro en forma de aviso a navegantes.
Cáceres es la Extremadura de Extremadura. Calló en la rebelión de los yunteros y apoyó resueltamente el alzamiento. Solo hubo frente en Badajoz. Cáceres siempre miró hacia Salamanca quizás porque está en la dirección opuesta de Badajoz. Durante la dictadura, mientras Franco compraba adhesiones gratificando con un imponente «Plan Badajoz», en Cáceres hizo una reserva india con los hurdanos. Una especie de protectorado donde plantó pinos sobre pizarra para sus más leales incondicionales. Una carretera rifeña separaba Cáceres de Badajoz y era tema frecuente de comentarios los autobuses que se despeñaban por sus riberos. Cáceres, después de algunas limpias, se convirtió en una provincia más franquista que Franco. La adhesión incondicional al amo seguirá constante en la tierra donde se yergue el Palacio de los Golfines de Arriba donde el Caudillo recibió todos los poderes del Estado.
Los días de visita de Franco eran indistinguibles de los días del Corpus Christi. Más allá de Franco, el Obispo y la Curia solo se veía vagamente una inquebrantable fila de individuos con correajes que luego serían los protagonistas de la Transacción en uno y otro bando. La única voz que se alzaba gamberra contra los abusos de la Guardia Civil, saltando entre alquerías en la reserva de las Hurdes, denunciando el estado de cosas no fue reprimida por el Gobierno, por el contrario lo agasajó reiteradamente, sino por los tristes negros fieles a Dios, a la Patria y al Caudillo, que lo exiliaron de su tierra. Los mismo tristes negros fieles a Felipe González y al PSOE.
Franco no pudo acabar ni con el Euskera ni con el Catalán, pero extinguió al estremeñu, pero no pudo con A Fala fronteriza con Portugal. El PSOE niega a su pueblo su habla. La razón es simple: si hablan asina el señorito no les entiende.
El amo es el amo. El extremeño no elige al amo, solo le obedece. Ni uno solo de los parlamentarios jamás fue elegido en Extremadura, se eligen en Madrid para ser aclamado por los extremeños. Administradores del señorito de Madrid. Caciquillos con mano arbitraria que reparte pan o miseria en función del capricho o del familismo asocial.
Los señoritos nunca olvidaron los hechos del 25 de marzo. Badajoz lo recibirá todo, Cáceres cuanto peor, mejor, se irá secando de servicios, de comercio, de fábricas, de administración. Dirán que el turismo es atender servilmente a los domingueros de Madrid mientras se desmonta cualquier tipo de transporte público y se reemplaza por promesas vacías que no transportan a nadie. La PAC de la UE compensará a los propietarios de la tierra, en Madrid. En Extremadura, migajas a 426 la ración.
El «que nos den», «que nos pongan» como una vaga exigencia de limosna, unido a la hostilidad hacia cualquier cambio, innovación o inversión que, al final, beneficia al amo y perjudica al paisaje que no le pertenece. Bello país, rica tierra, extraños en ella.
Suicidio, Emigración o Sumisión.
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