EL BUDDHISMO LLEGÓ al mundo occidental rodeado de un aura de límpida trayectoria. Apareció como un todo con diferentes matices listo para ofrecer a cada posible adepto lo que pudiera estar buscando. A cualquiera que le preguntes te dirá que cada linaje enraíza en una sólida tradición que ha transportado la palabra del Buddha a lo largo del tiempo para que pudiera llegar a tu casa, a tu barrio o a tu ciudad. Lo primero que parece extraño es que cada “escuela” hable de budismos tan diferentes que son incompatibles entre sí. Sin embargo, se recubre de la manta de que todos los caminos son válidos, canción que suena conocida. Canción que suena a New Age. Y si, realmente lo que se ofrece no es buddhismo, es New Age. Y cualquier investigación nos lleva a los mismos autores, los mismos traductores. Todos curiosamente ubicados desde finales del siglo XIX a mediados del XX.Y no es que sea curioso. Es que es New Age. El Buddhismo estaba en estertores de muerte, una vez más como otras tantas a lo largo de su Historia, y vino alguien a revivirlo. Y esta vez fue la Sociedad Teosófica. Logró que el budismo no cayera fagocitado ante los misioneros jesuitas y lo “salvó” reviviéndolo, pero, claro está, dándole ese sabor teosófico que es lo que impregna al budismo hoy. Un toque que corrompe el verdadero significado del Dhamma del Buddha y que ha contribuido a afianzar la ignorancia incluso en aquellos que buscaban la verdad. Si el agua tiene sed, nada hay que se pueda hacer. Contiene una traducción al español del Buddhacarita.