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El Dhamma decodificado

El planteamiento del problema sería el siguiente: ¿cómo poder enviar hacia el futuro la Palabra del Buddha sin alteración alguna?

Lo primero es la elección del medio. Estamos en una época en la que aún no se habían reintroducido guiones escritos en la India y, por tanto, no había escritura posible y las lenguas son todas de naturaleza exclusivamente oral.

Debemos escoger una lengua.

Si elegimos una lengua «natural», que sea hablada en algún territorio, estará sometida a la evolución natural de las lenguas, y lo que hoy significa una cosa, mañana significará otra y, por tanto, cualquier mensaje codificado en ella se degradará por esta misma evolución semántica.

Debemos, por tanto, elegir una lengua artificial en la que se codificarán los textos.

Pero las lenguas artificiales se crean. Son lenguas formales, es decir, debe existir una relación biunívoca entre significado y significante. Es absurdo crear una lengua en la que una palabra signifique una cosa o la contraria dependiendo del contexto, porque no hay contexto. Esto solo sucede con el tiempo en las lenguas naturales, según evolucionan. Pero éste no es el caso. Estamos hablando de una lengua construida para contener un mensaje y solo para contener ese mensaje.

Los que codificaron los textos en base a los recuerdos en diferentes lenguas naturales no crearon un diccionario que acompañara a los textos para su posterior descodificación. Lógicamente. Porque ese diccionario estaría en una lengua natural y estaría igualmente sometida a evolución por lo que estaríamos en el mismo problema.

Entonces… ¿cómo podemos posibilitar la traducción y la transmisión fiel independientemente del tiempo que haya transcurrido?

La respuesta está en la redundancia.

La repetición planificada de los submensajes se emplea para recuperar información en caso de pérdida y también para determinar su significado.

Lo primero es muy conocido. La codificación redundante se emplea para sistemas de transmisión a prueba de errores. Pero lo segundo es, incluso, más interesante.

Los textos abarcan una enorme extensión y son muy redundantes. Una misma cosa no se dice una sola vez, se dice en muchas y diferentes ocasiones, pero en ninguna exactamente igual. No hay dos discursos iguales. Que una palabra aparezca en multitud de lugares hace que su significado se revele. Solo un significado debe tener sentido en todas sus múltiples ocurrencias. Y, de hecho, lo tiene. Es como un gigantesco sodoku.

Para descifrar los textos, primero se debe recopilar la mayor cantidad posible de significados de cada palabra. No solo los que tradicionalmente este o aquel traductor han empleado, que es la base de los diccionarios convencionales, sino también de los paralelos de cada palabra en el sánscrito o incluso de cómo se tradujeron primitivamente al chino antiguo, en las colecciones escasamente conservadas llamadas agamas.

Después, se ubica la palabra en todas sus ocurrencias y se prueba con cada significado hasta dar con aquel que da sentido a todas ellas. Sabremos que el resultado es exacto si no nos sobran significados, y que ningún significado emplea más de una palabra y además que el mensaje sea coherente en todas sus partes, algo de lo que carecen el resto de textos sagrados.

De esta forma, además, resaltan aquellos textos apócrifos que se introdujeron en algún momento posterior, porque no siguen las estructuras redundantes ni su significado es coherente con todo lo demás.

El Dhamma decodificado en 12 lenguas

Aquí encontrarás la Palabra del Buddha decodificada del pāli, como una instantánea hecha a las lenguas actuales, para que puedas ver por tí mismo y sin la intercesión de ningún «maestro» lo que el Buddha dijo.

Inicialmente se decodificó en Español. Posteriormente se tradujo del español al inglés, y finalmente del inglés al alemán, al danés, al francés, al italiano, al neerlandés, al japonés, al noruego bökmal, al polaco, al portugués y al sueco.

Próximamente se unirán al grupo el chino tradicional y el chino simplificado.

Y seguiremos...

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